Página 113 - ROSARIOCORINTO

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destacando, según mi criterio, el virtuosismo técnico que muestra
el artista en la resolución del paño que cubre la cabeza de la
Verónica, particularmente por su parte trasera, en una caída
original y muy bien lograda, plena de naturalismo.
Pero es la composición de las escenas del Azotamiento y la
Coronación lo que supone un mayor salto de calidad escultórica
dentro de la procesión. En el primero de los pasos, del año 2007,
compuesto únicamente por dos figuras, Cristo y sayón azotador,
Hernández Navarro tiene la virtud de captar la instantaneidad
dentro de una escena que se aleja marcadamente de todo lo
anteriormente visto
en lo que se refiere a
esta iconografía. Y es
que son varias las
representaciones del
referido
suceso
elaboradas por el
escultor murciano y a
fe que en ninguna ha
repetido los tipos, y la
configuración
escenográfica ha sido
siempre diversa. Además, el escultor se desmarca de la tradición
instaurada desde época barroca de disponer esta escena con una
columna baja en honor al ejemplar existente en la Basílica de
Santa Práxedes de Roma, y que según marca la tradición, es el
pilar sobre el que Cristo fue azotado, idea esta que fue asimilada
por los artistas a partir del Siglo XVII para originar un mayor
efecto dramático Por el contrario, el escultor adopta un soporte
arbóreo, de gran altura, en el que Jesús se haya maniatado con
cuerdas, y tras ser flagelado por el esbirro, éste se dispone a cortar
la soga de su muñeca izquierda, único sostén de la figura del
redentor, originando la sensación de que en el momento que el
sicario proceda a realizar su cometido, Cristo va a caer contra la
superficie, impresión y efecto acentuado por el movimiento
descendente que marca el brazo derecho extendido hacia el suelo y
las piernas muy arqueadas, mostrando una clara inestabilidad
producto del castigo sufrido. Cristo, según los exégetas, ha
padecido uno de los mayores tormentos de su Pasión, muestra
enorme debilidad y la caída es inexorable. Se narra por tanto un
episodio transitorio, fugaz, de enorme intención dramática,
favorecido por el posicionamiento tenso de la figura del Redentor,
de perfecta torsión y armonía en sus proporciones que transmite