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FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Frasquito Fernández Egea
Nuestro Maestro nos enseñó en su día, que toda aquella
persona que profesase la religión que Él predicada, debía de
practicar entre otras, las Obras de Misericordia.
Ninguno de los cristianos significa nada, si no entrega al
hermano esta hermosa lección. Al tiempo que, de forma reciproca,
debería de recibir lo que el pone en manos del semejante.
Para mayor abundamiento hemos de unir, a las anteriores,
las tres Virtudes Teologales, que sobre ellas el Santo Padre
Clemente V declaró: estos dones se infunden con el bautismo.
Virtudes que refrendó el
Concilio de Trento. Para
tal designación se apoyó
en el nombre de tres niñas,
que eran hermanas y
profesaban la religión
católica.
Fueron
cruelmente martirizadas
en la ciudad de Roma por
orden del emperador
Adriano II, corriendo el
siglo II de nuestra era.
El nombre de las pequeñas que subieron a los altares eran:
Fe, Esperanza y Caridad, contaban, en el momento de su martirio,
con 12, 10 y 9 años de edad. El Santo Pontífice, ante el amor
demostrado por las pequeñas hacia Jesús, valoró sus virtudes y las
definió de la siguiente forma:
FE.- Nos permite entrar y comenzar la oración.
ESPERANZA.- En el retorno de Nuestro Señor Jesucristo.
CARIDAD.- La que derrama el Espíritu Santo en el
corazón de los hombres, siendo la fuente de diálogo con
Dios.
En su tiempo la grandeza cristiana demostrada por estas
mártires se valoró de tal forma que, al igual que la iglesia
Católica, Apostólica y Romana, las aceptaron como tales la iglesia
Ortodoxa y la Comunión Anglicana.