Página 126 - ROSARIOCORINTO

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es el otorgado matiz pasionista, insólito en Murcia; por ello, se ha
estudiado detenidamente el sentido religioso que detenta como
síntesis de los misterios de dolor vindicados por la Cofradía de la
Caridad.
El deseo de ubicarla en un contexto procesional plantea la
consideración de diversas cuestiones de índole sagrada; así, el
desarrollo de su cortejo en Sábado Santo concreta la evocación de
memorial de
la Pasión”
cuya coherencia reside en su
interpretación a posteriori. En efecto, sale a las calles tras la
consumación litúrgica de las dos primeras jornadas del Triduo
Sacro suponiendo una prolongación plástica de aquellas
ceremonias. Así, la iconografía responde a un carácter pietista,
contemplativo, que en el ámbito hispánico asume, desde el siglo
XVI, la figura de la Soledad. Este arquetipo, ejecutado por Gaspar
Becerra e indumentarizado por la condesa viuda de Ureña,
consuma la vivencia reflexiva de María en el Cenáculo tras la
muerte de Cristo. En este primer modelo la Virgen aparece
arrodillada dentro de una estancia figurada a la que se añaden,
puntualmente, las poéticas alusiones a los atributos del martirio
del Hijo.
El postulado del que parte el asunto iconográfico tiene, por
tanto, un referente preciso. Más genuina es la inserción de la
advocación de Nuestra Señora del Rosario en dicho marco. En
rigor, no se trata de nada nuevo; la adopción de estas
denominaciones marianas por parte de efigies específicas de la
Pasión estuvo extendida a lo largo de los siglos XVII y XVIII. De
hecho, llegaron a utilizarse cierto número de advocaciones
letíficas para usos similares: Esperanza, Rosario, Ángeles, etc.
Basta recordar la adopción de vestimentas rigurosamente
cuaresmales en el ajuar de la imagen del Rosario de Santo
Domingo. Más curioso es el encargo de un fraile del Convento de
la Trinidad al escultor Roque López a fin que le entregara una
imagen de la Virgen con dicha advocación que sirviera,
igualmente, como Soledad.
En definitiva, la presencia de un atuendo preciso acababa
determinando, incluso, el discurso expresivo de la imagen. Así, el
estrato popular prestaba un significado obvio a la vestimenta de
viuda. Por ello, su utilización no sería un sencillo acomodo a la
moda castellana pues, con anterioridad, el Pseudo Buenaventura
exponía como “
Acercándose ya a la ciudad de Jerusalén las
primas de Nuestra Señora le pusieron un velo cubriéndole todo el