Página 127 - ROSARIOCORINTO

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rostro como a viuda”.
Este patrón procuraba el
“acercamiento a la
humana condición de los misterios de la Pasión y la paulatina
conformación del carácter mediador e intercesor de María en la
mentalidad de los fieles”.
Ello redunda, además, en “
la alta
dignidad de la Virgen por encima del dolor común del resto del
género humano
”. Concretando, según este modelo puede afirmarse
que sus usos procuran enlazar con el propio dolor humano,
conmoviendo, para llegar al alma humana.
Para estas formas figurativas pasionarias la respuesta del
pueblo español siempre se decantó por la variante icónica de
vestir. Así, el propio modelo de Becerra se ajusta a esta
idiosincrasia donde, desde luego, radica la potencialidad de su
arraigo. Este tipo se amolda a la prefiguración sensitiva como los
diversos complementos argénteos y textiles que luce;
imprescindibles para la interpretación de su sentido último: la
condición de la Virgen como Corredentora (figura teológica
preferente en la jornada de Sábado Santo).
Además, se incluyen dentro de su aditamento objetos como el
manípulo y el rosario que refuerzan su carácter meditativo a
modo de símbolos de la Pasión con un evidente sentido eucarístico.
Estos elementos enfatizan la visión sacramental de un
paso
“contemplativo”
que aúna el escenario de la Institución
Eucarística, el propio Cenáculo, con la remembranza de los
misterios de la Pasión a través del Rosario. Inequívocamente,
ambas circunstancias señalan hacia la Resurrección y,
particularmente, a la propia génesis eclesiástica: este mismo lugar
donde ora la Virgen será el escenario, más tarde, de la venida del
Espíritu Santo en Pentecostés. De ahí que en no pocas
representaciones semejantes se sume al exorno el simbólico
resplandor o aura de plata (las lenguas de fuego del Espíritu
Santo) señalando, de forma inequívoca, hacia el inminente tiempo
Pascual.
En resumen, se trata de “
un valor ético del adorno que viene a
reflejar la belleza moral, espiritual, y la autoridad divina”
de
forma que la corona refleje su
“realeza; el puñal, símbolo poético
de los dolores de María según la profecía del anciano Simeón en la
presentación en el templo, y pañuelo o manípulo para enjugar su
llanto, como ofrenda de dolor por la Redención, trasunto de la
patena del Santo Sacrificio
”. En consecuencia, un
“paso”
cuya
simplicidad es sólo aparente y cuyo sentido teológico entraña una
profunda reflexión religiosa.