Página 140 - ROSARIOCORINTO

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la de sacar en procesión los cinco misterios dolorosos del Rosario, a
los que se añadiría la Santísima Virgen, quedaron plasmados en el
ideario esencial de la naciente corporación, aunque éste último
planteamiento sería corregido más tarde con la incorporación de
San Juan y la Santa Mujer Verónica por circunstancias que
escapan tanto a mi consideración como al propósito de este
trabajo.
Pero la Caridad había de ser algo más que una
denominación más o menos afortunada. La Caridad tenía que
hacerse presente en la vida cotidiana de la cofradía, tenía que
estar indisolublemente unida a su propio ser, y fue así como en el
texto de presentación o introducción a los primeros estatutos dejé
escrito: “La feliz conclusión a la acción desarrollada a lo largo del
año, debe ser nuestro desfile procesional en la tarde del Sábado de
Pasión, al que seamos investir del máximo respeto a nuestras
tradiciones, pero depurando y actualizando cuanto tengan de
superfluo”.
Y es que la cofradía
anunciaba sus propósitos de
forma indeleble, y esos propósitos
iban más allá de la salida a la
calle de un cortejo nazareno. En
el texto que aporté a la
normativa aprobada por el
Obispado de Cartagena, se hizo
hincapié en los tres pilares sobre
los que había de sustentarse la naciente hermandad: la piedad, la
cultura religiosa y la acción.
La piedad, entendida como la edificación espiritual de los
cofrades en todos los órdenes, un terreno en el que se han dado
pasos firmes, pero donde aún hay terreno para desarrollar por la
cofradía en su compromiso por poner al alcance de sus nazarenos
los medios adecuados a tal fin. La cultura religiosa, promoviendo
el desarrollo de cursos formativos, un campo amplísimo en el que
se pueden llevar a cabo experiencias tan interesantes como
productivas. Y la acción, traducida en la práctica constante de la
caridad, algo en lo que la cofradía se ha significado desde el
principio, pero donde siempre hay margen, porque siempre hay
necesidades que atender.