Página 146 - ROSARIOCORINTO

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la Virgen, colaborando de ésta manera con la redención del
mundo.
Pero la misión de Dios no sólo era que devolviera el
esplendor a las cosas, sino que nos diera todo su amor y para
alcanzar ese propósito la tuvo que hacer sin mancha de pecado,
dotándola, de ésta manera, de la inmunidad de la concupiscencia.
Ella, tenía que enseñar a Jesús a querer a todo el mundo, para
que de ésta manera, Él amara a toda la humanidad hasta el punto
de entregar su vida por todos nosotros.
Y ¿Qué es lo que hace la concupiscencia? Resta fuerzas para
poder amar; el que es lujurioso, perezoso, mentiroso,… sin darse
cuenta va perdiendo la capacidad de amar y degradándose como
persona. No percibe la necesidad de los demás de él, no percibe el
bien por el bien, si no que todo hace referencia a él.
Igual que cuando uno tiene una bomba de aire y esa bomba
tiene agujeros, el aire sale por ahí y no puede inflar la bicicleta;
eso mismo hace el pecado, te va destruyendo, te va quitando la
capacidad de percibir la necesidad del prójimo; por eso la Virgen,
que no tiene ni sombra de pecado, atiende a todo el mundo. De
ahí, a que en todos los lugares del mundo, cuando nos ponemos
ante la imagen de la Virgen, nos sentimos escuchados y acogidos.
Hay que acudir a la
Virgen porque queremos ser
felices. Dios nos quiere felices en
la tierra y nos quiere llevar al
cielo en cuerpo y alma, y quiere
que pasemos por la vida
haciendo un bien inmenso. Para
conseguir eso deberíamos de
hacer como la naturaleza hace
con los diamantes que, siendo el
metal más fuerte y más bello
que existe y que se encuentra
en el centro de la tierra, lo saca
al mundo a través del fuego, a
través del volcán, y enriquece a
la humanidad. Y eso es lo que
hace la Virgen con nosotros, el
fuego de su amor saca de
nosotros lo mejor que llevamos
dentro y así colaboramos con el