sangre, sino una rosa roja, casi corinto.
Mientras las gradas de la mezquita Aljama,
contemplan al Señor de San Francisco, con la
madre de la Soledad más bella y humilde,
crucifijo de las esencias cordobesas.
Y
siempre
María,
Madre
y
Corredentora, paradigma del amor de Dios,
el cual en Ella habitó de manera especial.
María Dolorosa, llora en estas vísperas de
los días santos, y medita en Soledad rosarina,
una semana después, esperando la buena nueva de la
Resurrección y la Gloria.
Dulce nombre de la Caridad. Hermanos
míos en Cristo y María. Nazarenos y estantes
de raza y rezo. Señorío penitente. Inolvidables
momentos…
Mientras, la madrugada reina en el
cielo y el alma. Las puertas se han cerrado, al
tiempo que ya se anhela el próximo año. Y
Jesús sigue derramando y pidiendo caridad
infinita, desde su altar, desde su cruz, desde la
dorada custodia. Así es y así será, porque su
cofradía así lo quiso desde hace cuatro lustros,
y así lo quiere para muchos más venideros. No hay mejor
pensamiento, ni mejor meta.
Cofrades murcianos de la Caridad: ¡benditos sean!