Página 159 - ROSARIOCORINTO

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¡Cómo contemplaron sus ojos morir la vida! Ya no hay color
en ellos. Dónde fue el azul sereno y resignado con el que tantos te
pintaron, dónde el verde de la esperanza viva a pesar del dolor,
dónde quedó la tibia candidez de aquel reflejo de atardecer que
iluminaba tu rostro… Mil colores vistieron tus ojos, los mismos que
hoy se apagan abiertos. Lucen el negro de tu alma que bajo el
fulgor de la vasta llama encendida en tu interior, son apenas
cenizas que el viento arrastra
con desolación.
Derrotada de rodillas al
suelo, se postra en su súplica, en
ésa que hoy sin Ella buscarlo, la
acompañamos y que en nuestra
indulgencia
más
estéril
acomodamos a modo de mullido
almohadón lo que ha de contener
nuestros pecados, principio y fin
de éste sacrificio.
Pero Ella no huye del dolor, sus
manos buscan a través de su
cuerpo, lenta e instintivamente,
volver a sentirlo. Revivir en el
más cruel de los silencios, allá
donde se desquician los sentidos,
el desconsuelo más certero donde habitas tú, soledad. Silencio
apenas roto cuando su mano derecha busca el latir de un corazón
vivo que por unos instantes intenta detener junto a Él. Mientras,
su mano izquierda descansa certera sobre su vientre, el principio
de la vida, ésa que ahora entrega sin remisión quedando un
inmenso vacío a merced de una sombra helada que le recorre las
venas y ansía vestir su cuerpo cual negro abismo. Sus entrañas se
retuercen extenuadas y secas, ya no albergarán más vida. Las
lágrimas se agolpan… resbalan unas, otras permanecen quietas
ansiando limpiar sus ojos. Pero la noche se ha hecho en ellos y
retornan sin consuelo hacia el más hondo pesar. Aferrada a su fe,
el rosario que sujeta en sus manos se entrelaza entre sus dedos
hasta ser parte de ellos, así como ambos fueron uno sólo por dicha
divina. Aun lo siente latir, en cada cuenta que desliza sin
cansancio donde a pesar de haber recibido el mensaje del
Arcángel Gabriel cuando concibió a su hijo y a pesar de aceptar
aun siendo una niña la voluntad de Dios, ahora, en su madurez,
lucha contra su propia naturaleza de madre por encontrar una
respuesta a la muerte de su hijo, por confiar en que la partida de