Página 30 - ROSARIOCORINTO

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Las cofradías postridentinas asumen de manera manifiesta
la perfecta y ortodoxa religión en la que han de vivir los católicos.
Les corresponde la función de infundirla y hacerla llegar a los
fieles a través de ordenados actos rituales y devocionales,
representados frecuentemente con procesiones y desfiles de
carácter público.
No sería hasta el pontificado de Sixto V (1585-1590) cuando se
llevan a la práctica las medidas tomadas en el Concilio de Trento
respecto a las cofradías, como la concerniente a que los obispos las
visiten y examinen su contabilidad, y definitivamente en 1604
bajo el papado de Clemente VIII exige la aprobación de las
constituciones de las cofradías el consentimiento escrito del obispo
al cual se le entrega potestad para examinarlos, corregirlos,
aprobarlos y ratificarlos.
A lo largo de los siglos las
cofradías siguen realizando
una serie de ceremonias que
tienen al cofrade en contacto y
relación con el nuevo dogma y
con las señas de identificación
establecidas, van estableciendo
sus reglas, sus actos de
purificación y trasladan su
comportamiento como nuevo
cristiano a la manifestación
más importante que es el
desfile procesional.
Los cofrades que nos
precedieron en los siglos
anteriores al actual completaban la purificación de sus vidas, a
las que eran inducidos mediante recordatorios de la propia
cofradía, con la realización de buenas obras, visitar presos,
enfermos, acompañar a ancianos, asistir a exequias de personas
sin familia y sin hogar, donaciones económicas para detenidos sin