Página 34 - ROSARIOCORINTO

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desemboca en un activismo desmesurado, es decir, es un riesgo
fácil que nos lleva al “hacer por hacer”, por lo que habrá que
resistir a esta tentación, buscando más el “ser” para luego “hacer”.
Nuestras reflexiones nos deben llevar a un aspecto
importante dentro de nuestras actitudes, tanto individuales como
comunitarias, será hacer de la cofradía, como asociación pública
de fieles, la casa y la escuela de la comunión, como un desafío serio
en este año de celebración, el vigésimo aniversario. ¿Qué significa
esto? Pues que antes de programar iniciativas concretas, hace
falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola
como principio educativo en la cofradía, pues significa, ante todo,
una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que
habita en nosotros, y cuya luz, ha de ser reconocida también en el
rostro de los hermanos cofrades que están a nuestro lado;
significa, además, la capacidad de sentir al hermano de fe, como
“uno que me pertenece”, para saber compartir sus alegrías y sus
sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades,
para ofrecerle una verdadera y profunda amistad, viendo lo que
hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo
de Dios: un “don para mí”, además de ser un don para el hermano
que lo ha recibido directamente (cf. Juan Pablo II, TMI 43).
La CARIDAD, con mayúsculas, debe llevarnos a contemplar
al prójimo, al hermano, como a nosotros mismos, de hecho,
Jesucristo hace de la caridad el mandamiento nuevo, amando a
los suyos hasta el fin,
representado en vuestra
cofradía
por
el
crucificado,
bajo
la
advocación del Santísimo
Cristo de la Caridad, que
con los brazos extendidos
nos pide que nos amemos
como Él nos amó. Él nos
trae la fuerza del amor
del Padre, Él nos lo entrega, Él nos lo enseña y Él lo lleva a cabo
para conocimiento de todos, en su PASIÓN, MUERTE Y