Página 54 - ROSARIOCORINTO

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ciertas notas negativas que la han ido devaluando y privando de
su esplendor originario. A ello ha contribuido tanto una mala
gestión del concepto por algunos de quienes decían ejercer la
caridad como una deliberada ofensiva encaminada a
infravalorarla en cuanto virtud cristiana.
Si en ninguna
época histórica gozó la
caridad
de
gran
predicamento,
menos
aún en nuestros días. La
postmodernidad
ha
venido marcada por el
encumbramiento de la
versión más material
del amor: un eros
preñado de hedonismo
que ha presidido no sólo las relaciones personales sino también las
económicas y políticas institucionalizando una depredación
financiera y de los recursos naturales que ha desembocado no sólo
en la crisis económica que todos conocemos sino también en la
crisis ecológica de un mundo incapaz de mantener un desarrollo
insostenible y que en definitiva no es otra cosa que una crisis de
valores.
Sin embargo, ahora que la postmodernidad parece hundirse
arrastrada por el fin del espejismo del progreso ilimitado que le
sirvió de cimiento, cabe volver a preguntarse por la Caridad. Es
más evidente que nunca que el mundo está cambiando. Cuando ya
empieza a hablarse abiertamente del fin de la postmodernidad
¿Cuál será el tipo de amor que marque este nuevo periodo que está
naciendo y que algunos ya denominan supermodernidad?
Los tiempos de crisis son siempre precursores de cambios. La
crisis económica, las derrotas militares, los problemas religiosos y
sociales fueron el germen del desengaño barroco del que tanto
beben nuestras cofradías.