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UN AÑO MÁS… BENDITA RUTINA
Pilar Aguado Gimenez
Profesora Titular Filología Inglesa
Facultad de Letras-Universidad de Murcia
Llega el viernes de Dolores y el aspecto de la ciudad cambia.
Las calles de Murcia se llenan de niños que ya disfrutan de sus
merecidas vacaciones. Paso por el centro, y ya empieza a oler a
azahar, a monas recién hechas. Las calles más castizas están
llenas de sillas y de las ventanas y los balcones penden banderas
de colores, azules, verdes, rojas,
moradas, corintos, blancas, que
se mezclan con los de la
incipiente primavera. Ya salen
los nazarenos de sus casas con
sus senás llenas de caramelos
para desfilar en la procesión
azul. Comienza la Semana
Santa.
Y, como todos los años, salgo a ver las procesiones. Da igual
el día, porque todas tienen su encanto. Busco una sillica en algún
lugar emblemático del recorrido, y me siento a esperar. Y observo
ese batiburrillo de gente que camina en ambos sentidos, de niños
que quieren sentarse a ver la procesión, de pipas, palomitas,
caramelos y botellas de agua que llenan los carritos de los
vendedores ambulantes. Empieza a oscurecer y a refrescar. El
tiempo pasa, los niños se impacientan, la gente anda más deprisa
y, a lo lejos, se empieza a oír un retumbar lejano. Son los tambores
que abren la procesión.
Y comienza el cortejo. La
procesión viste sus mejores
galas, y los nazarenos
empiezan a desfilar en sus
hermandades, con sus vistosas
túnicas,
sus
sandalias
fraileras, llenos los buches de
caramelos y monas. Los
mayordomos
lucen
sus