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LA PRIMERA HERMANDAD DE LA SANTA CARIDAD
Agustín Alcaraz Peragón
“La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su
promesa y nuestra esperanza”. (Benedicto XVI ‘Caritas in Veritate’)
Apenas veinte años después de la muerte de Cristo, Pablo de Tarso
remitió desde Éfeso a Corinto una carta dirigida a la comunidad
cristiana de dicha ciudad. En la misma (1 Co 13, 13) mencionó por vez
primera las que con el tiempo serían conocidas como las tres virtudes
teologales: la Fe, la Esperanza y la Caridad (el Amor), a la que
consideraba la más grande de todas.
Con toda
seguridad,
éstas hubieron
de convertirse
en un referente
importante en
la vida de los
primeros
cristianos,
como
lo
testimonia el
hecho de que
apenas
unos
años
más
tarde,
a
comienzos del siglo II, siendo Adriano emperador romano, fueran
martirizadas en Roma Santa Sofía y sus tres hijas de 9, 10 y 12 años:
Santa Caridad, Santa Esperanza y Santa Fe.
Con el paso de los años, las virtudes teologales formaron parte del
cuerpo doctrinal de la Iglesia. Inocencio III, que fue Papa entre 1198 y
1216 se refiere a ellas, como también lo hizo Clemente V (1305-1314). Siglos
más tarde serían objeto de debate en el Concilio de Trento y hoy
aparecen en varias ocasiones en el Catecismo.
No es de extrañar, por tanto, que desde tiempos inmemoriales, la
Caridad haya sido un referente en la vida de los cristianos, de aquellos