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Finalmente, quisiera reconocer en estas líneas, el mérito de aquellos que valoran el entusiasmo de los recién
llegados y transmiten con palabras, gestos o tan sólo con una mirada, la sabiduría que algún día ellos mismos
recibieron.
Se trata de curtidos nazarenos estantes, que no anhelan andar delante, sino siempre detrás, para modelar
tus pasos, sostener tropiezos y ceder el puesto en los mejores instantes de la estación de penitencia; así es, pues su
verdadera emoción, renace al percibirla en aquel que la vive por primera vez. Ahora quiero y pido a Dios, que me
conceda ser yo mañana, el que apoyado sobre mi estante, susurre desde atrás.