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es hombre en la Oración en el huerto, flagelado bajo el centenario ficus de Santo Domingo, es coronado
de espinas bajo la atenta mirada de San Vicente Ferrer que predica la palabra de Dios desde un privilegiado
mirador. Jesús camina al Calvario y carga con la Cruz en las cuatro esquinas. La centenaria torre de la
Catedral es testigo de las lágrimas que San Juan derrama por su rostro, del dolor compungido de la Santa
Mujer Verónica al contemplar la cara del Hijo de Dios en su paño. Y como siempre, como buena Madre,
la Virgen María. Que delicada la talla que Francisco Salzillo realizó con su magistral gubia. Todos los
dolores son encerrados en el primer sagrario de la historia y que en Santa Catalina, se hace presente con
esta exquisita Virgen. Y sin prisa, con un andar ejemplarizante, Jesús, el Cristo de la Caridad, pone en pie a
las tribunas de Belluga. La muerte abraza su herido cuerpo, pero su cara, llena de amor y de esperanza, nos
anuncia que al tercer día…todo cambiará.
Sobre un monte de
claveles rojos, entre nubes
de incienso, se abre paso
el Excelso Titular de esta
institución.
Es
una
estampa inmejorable el
contemplar frente a ti el
magnífico
conjunto
artístico,
humano
y
devocional que forman el
trono, sus estantes con los
cabos de andas, y la
imagen de Cristo.
Aprovecho
la
ocasión para agradecer a la
Cofradía de la Caridad su gran labor nazarena durante estos veinte años plagados de nazarenía y
costumbrismo. Al mismo tiempo que, de algún modo, reivindicar como otro de los grandes días de nuestra
Semana Santa, el Sábado de Pasión, que no pase tan desapercibido en nuestras agendas cofrades y que se
viva en toda su amplitud.
Gracias Manolo por pensar en mí y hacerme un hueco en esta edición. Un abrazo
¡Viva el Cristo de la Caridad! ¡Viva Murcia!