Página 243 - ReviSTA01

Versión de HTML Básico

248
LA SOLEDAD DE UN ANCIANO NAZARENO CORINTO
Juan Manuel Nortes González
Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre
las
baldosas
rotas
de
la
acera;
gorra
marrón;
sus
manos
arrugadas
sosteniendo
un
viejo
bastón
de
madera;
pantalones
arremangados,
que
dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, bastante gastada.
El anciano, (antiguo nazareno estante del paso del Cristo de la Caridad, de la Cofradía del
mismo nombre) se había jubilado como nazareno justo el año en que yo entré a cargar en ese mismo
paso.
Sentado a la puerta de su casa miraba a la nada, con su mente sumida en íntimos pensamientos,
plenos de nostalgia y a veces incluso de tristeza. Recuerdos de una vida pasada, de muchos Sábados de
Pasión vestido con su túnica “corinta”, cargando bajo su Cristo de la Caridad.
Pude ver como el viejo lloró y con su única lágrima expresó tantas cosas que me fue muy difícil
decidirme a acercarme para preguntarle o siquiera para consolarle.
Pasé frente a su casa mirándole. Al volver mi mirada vi que él me miraba fijamente. Le sonreí y
le saludé con un amistoso gesto de mi mano, aunque no crucé la calle, no me decidí a hacerlo. Sólo le
conocía de vista y si bien entendí que con su mirada y con aquella lágrima denotaba una gran
necesidad, sin embargo proseguí mi camino aunque en mi fuero interno estaba convencido de que no
estaba haciendo lo correcto.