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La representación tradicional presenta a Jesús amarrado con las muñecas unidas y los brazos por
delante, pero José Hernández sustituye la columna por un tronco arbóreo de un metro de altura y las
muñecas quedan atadas por la espalda. Si bien es cierto que no se trata de una iconografía totalmente
original de Hernández Navarro, ya que durante el Barroco autores como Alonso Cano (Fig. 29) o Pedro
Roldán (Fig. 30) ejecutaron obras con esta misma disposición, si podemos afirmar que el escultor de Los
Ramos se alejó de los modelos predominantes en este momento.
(Fig. 29)
(Fig. 30)
(Fig. 31)
La tercera versión la realizó para
la ciudad de Zaragoza en 1997 (Fig. 31).
La obra, compuesta por cuatro figuras,
recoge a Cristo atado a una columna
baja de aspecto marmóreo y forma
cilíndrica, un soldado que contempla la
escena, un sayón que lo azota y otro
que se ríe señalándolo desde el suelo,
en clara alusión al esbirro de Salzillo del
paso de
Los Azotes
. Esta interpretación
de la flagelación es la más cercana a la
representación tradicional, al concebir
las muñecas de Cristo unidas y
amarradas por delante de su cuerpo. Pese
a ello, presenta la singularidad de que Jesús, debido a la extenuación que sufre, apoya la cadera derecha
contra la columna para soportar el peso de su cuerpo.