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creer en el Evangelio y en el Evangelio el Señor nos dice que Él se encuentra en ese enfermo y lo que hagas
con él, con Él lo haces, y siempre paga con el ciento por uno.
Mientras estos hombres y mujeres
levantan a los enfermos y los asean, otro
grupo ya está preparado en el comedor, en
lavandería, en transporte para llevarlos
desde la habitación hasta el comedor, los
jóvenes preparando sus guitarras para
alegrar los momentos de espera, los
distintos actos, las celebraciones. Los niños,
preparan sus botellas de agua, sus vasos, sus
bolsitas de tela, para dar agua a los
enfermos. Más de mil personas, antes de las
7h30 se han puesto en marcha para una
sola cosa.... SERVIR Y AMAR.
Y conforme se van desgranando los
minutos en Lourdes, el que sirve con amor
a los demás, se va vaciando de sí mismo y
nota como se va llenando de paz, de amor,
de Fe, de Dios. A diario deseamos esa paz,
pero no nos damos cuenta que no es
posible llenarnos de paz si estamos llenos
de nosotros mismos, de nuestro yo, nuestra
imagen, nuestra soberbia, nuestra voluntad,
yo, yo, y yo después también. Somos como
esa botella que está llena de agua, sólo en la
medida en la que nos vamos vaciando,
puede entrar el vino. Como en las Bodas de
Canaá, María al vernos a cada uno de
nosotros le dirá a su Hijo, no tienen vino,
las vasijas están llenas de agua. Es momento
de pedir a María para que interceda y haga
que Jesús transforme el agua de nuestras
vasijas por el vino de Dios y nuestra vida
pase a tener un sentido pleno.
Un día tras otro en Lourdes lleva a ese encuentro del que hablaba antes. María espera en la Gruta,
en silencio, mientras los cirios que se consumen a sus pies y elevan miles de oraciones, peticiones, gracias,
ruegos, que sé yo. Miles de personas pasan en silencio, acarician la fría roca, esa roca firme y sólida que es
Dios, donde se basa nuestra Fe y donde Ella se apareció y dijo a Bernadette en patou, idioma local de
Lourdes en 1858, “Que soy era Inmaculada Concepciou”, “Yo soy la Inmaculada Concepción”. El
manantial que a indicación de la Virgen María hizo brotar Bernadette, se encuentra al fondo de la Gruta. El
manantial que es símbolo mismo de Cristo, de la Iglesia, de cuyo costado brota el Agua Viva. Y al elevar la
mirada, María, María en silencio, María que eleva los ojos al cielo sin levantar la cabeza, María que miraba
a Bernadette como una persona mira a otra persona, María que le pidió a Bernadette que fuera allí durante
quince días,..., escucha, observa, sonríe. Una experiencia única, personal e irrepetible.