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Todo ello, como acontecía en las restantes ceremonias de la Semana Santa catedralicia, era
precedido de las respectivas procesiones que acentuaban la solemnidad de los ritos propios de este tiempo
litúrgico. Por ello hay que referir que el guión antecedería a los canónicos dispuestos en sendas filas desde
el interior de la sacristía hasta el lugar de celebración de la Misa. Posteriormente, comenzarían las vísperas
de la fiesta del día siguiente desarrollándose sus cantos en el coro, un espacio configurado específicamente
para la oración colegiada de su Cabildo; lugar donde, además, se llevaban a cabo los cantos comunes que
serían interpretados con el acompañamiento de la
“capilla musical”
de la propia Catedral. A buen seguro la
fidelidad a los manuales gregorianos descartaría el empleo del órgano dado el tiempo cuaresmal en el que
se inscribía.
Finalmente el deán tomaría la bandera, mostrada en lugar principal del presbiterio, donde sería
tremolada durante el tiempo que durase la interpretación del referido himno
“Vexilla Regis”
. Por tanto,
esta singular costumbre actuaba como clímax para estas vísperas solemnes del Domingo de Ramos. Según
la costumbre de cada Catedral restaba decidir si la insignia quedaba en lugar preferente del mismo
presbiterio hasta el Viernes Santo o si, como indica Pérez Sánchez, la misma se llevaba nuevamente a la
sacristía para incorporarse en las restantes procesiones internas del clero hasta la jornada de Miércoles
Santo. Probablemente sería en esta última jornada cuando, el menos en el caso de Murcia, este pendón
también llamado
“Vexilla”
quedaría en el Altar mayor como signo penitencial para formar parte de la
escena del Triduo Sacro.
Con este proceder se actuaba también en la Catedral de Sevilla donde era tremolada la bandera a
diario desde el Sábado de Pasión. Son sus crónicas de oficios las que indican como en este mismo día se
colocaba un
“velo blanco”
cubriendo el altar mayor. Ya el Miércoles Santo, justo antes de la última
ostensión de la bandera del
“Vexilla”
, era leída la Pasión según San Lucas; al llegar las palabras
“et velum
templi scissum est”
se llevaba a cabo el
“rompimiento de velo”
que era secundado con el estruendo
producido por el estallido de pólvora y otros materiales pirotécnicos. En este mismo libro de celebraciones
se precisa cómo debía ser ondeada la bandera indicando que el deán habría de hacerlo
“sobre las cabezas
de los demás canónigos, que se encontraban arrodillados en las gradas del Altar Mayor”
a la par que se
entonaba el
“Vexilla Regis”
. En modo semejante obraría el capítulo de la Catedral de Murcia al tratarse de
fórmulas comunes fijadas para su empleo en todas las liturgias del orbe católico (Zamora Moya, 2000, p.
142).