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el momento de la Flagelación, y concretamente realzar, por su valor plástico, la imagen de la vecina
localidad de Torres de Cotillas, la primera que el escultor realiza sobre este episodio de la tradición
evangélica.
Así lo había mandado Pilato: "Le castigaré y luego le
soltaré"…
“Como en un escenario, subido en su pedestal todos lo
contemplan. En la soledad más multitudinaria se eleva
por encima del murmullo y pasa recorriendo las calles
desde un trono que acentúa el desamparo y la indefensión
de la renuncia. Una columna espigada con la madera
desgarrada enseñándonos su piel, nos anticipa el escarnio.
Erguido, lleno de dolor dirige la mirada a los que le
observan mientras remueve sus almas. La
boca,
sutilmente
entreabierta,
parece
dejar
escapar
la
profundidad de su amargura mientras recupera el aliento
que ampara
su desnudez extenuada. Sus caderas
pudorosamente recubiertas con un simple paño de
pureza, detienen el recorrido de las miradas en una débil
cuerda que cubre su honra. Apenas se marcan los azotes
para no enturbiar la belleza serena de un cuerpo labrado
con el mimo excelso de unas manos diestras, que en un
alarde de generosidad y respeto mitigan los signos del
martirio para relatarnos tan solo las secuelas de un dolor que