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Frente a
ellos, al oeste, los
navíos de la Liga
Santa:
328
buques
de
guerra,
entre
ellos 227 galeras
y 76 fragatas con
98.000 hombres
en su interior. Al
mando de todos
ellos, Don Juan
de Austria. Su
objetivo no era
otro que poner
freno
al
expansionismo
turco por el
Mediterráneo, y
así, unía las
fuerzas
de
España,
los
Estados
Pontificios,
las
Repúblicas
de
Venecia
y
Génova,
el
Ducado
de
Saboya
y
la
Orden de Malta.
La batalla es inminente y será cruenta. Los navíos de la Liga Santa tienen más piezas artilleras, pero
los otomanos cuentan con otras armas, como las flechas envenenadas que se aprestan a disparar sus
arqueros. Para los cristianos, la ayuda divina es una de sus máximas
“á tal que Dios nuestro Señor nos
ayude en la santa y justa empresa que llevamos”
.
Se inicia un combate que durará todo un día, un domingo –primer domingo de octubre- en el que
la Orden de Predicadores (los Dominicos) celebran a la Santísima Virgen del Rosario. Un día en que las
tropas de la Liga Santa son acompañadas espiritualmente desde Roma, donde el papa San Pío V
(dominico) ha convocado a las gentes a acompañarle en el rezo público de un rosario en la Basílica de
Santa María la Mayor.