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Cofradías de la Caridad existían en
diferentes lugares; dedicándose en especial a
la atención de los más pobres, teniendo como
finalidad los sufragios a los difuntos y el
entierro de pobres.
Pero dichas Cofradías de la Caridad
tendrán su auge a finales de 1617, cuando San
Vicente de Paúl, conocedor de la existencia
de estas cofradías e inspirándose en el
Hospital de la Caridad de Roma, fundara la
primera Cofradía de la Caridad en Châtillon-
les-Dombes (Francia), tras unos seis meses de
evangelización en la parroquia de ese lugar. El
hecho que va a provocar dicha constitución,
comienza en dicha parroquia, donde le
informan que una familia entera está enferma;
él hablará de dicha situación desde el púlpito
con todo su corazón, provocando aquella
llamada que una multitud de personas vayan
en piadosa anarquía, a ayudar a la familia.
Dicha procesión de buenas intenciones, será
para él una revelación:
la caridad, para que
sea un fuego que dure, debe estar organizada.
San Vicente de Paul, organizará la primera Cofradía de la Caridad, compuesta por un grupo de
mujeres de Châtillon, redactando el acta de fundación de su propia mano y sus primeros estatutos, en los
cuales se recogen los tres aspectos fundamentales de la Cofradía:
1.
El aspecto social: se constituye en asociación oficial un grupo para hacer el inventario de las miserias
de la parroquia y para poner el remedio correspondiente.
2.
El aspecto técnico: la estructura queda descrita y su funcionamiento previsto.
3.
El aspecto místico: la iniciativa se coloca bajo el patrocinio de la Madre de Dios, de San Martín y de
San Andrés, y finalmente, las personas que se comprometan a ello reconocerán el día del juicio en
su soberano Juez, a quien ellas han asistido en la persona de los pobres.
Lo que descubre San Vicente de Paul, es que la caridad, amor efectivo del prójimo en los planos
material y espiritual, dimensión esencial de la Iglesia, no podría reducirse a un asunto individual, pues es
una empresa de la Iglesia y los que acepten encargarse de ella deberán constituirse en célula de la Iglesia.
Por eso, tal y como intenta organizarla, el amor del prójimo no se reduce a una inofensiva distracción que
decore la ociosidad de las mujeres que la integran; no siendo simplemente una obra de piedad entre otras,