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La incorporación de la Virgen del Rosario en sus
Misterios Dolorosos a la Cofradía de la Caridad y su
procesión en la tarde de Sábado Santo, está
estrechamente ligada al, actualmente poco conocido,
Oficio Tenebrae. Para conocer el contexto de este
oficio hay que tener en cuenta el antiguo breviario
romano (anterior al Beato Pablo VI) precedente de la
actual Liturgia de las Horas. Se correspondía con el
canto de los maitines y laudes de jueves, viernes y
sábado santo, pero, tras el Concilio Vaticano II, si
bien no se extinguió, al quedar suprimido durante
esos días el rezo de maitines, el Oficio de Tinieblas
cayó en desuso (3).Durante más de trece siglos los
oficios litúrgicos tradicionales alrededor de la Semana
Mayor se habían ido llenando de signos que
acentuaban el dolor por la muerte de Cristo y la
esperanza en el triunfo de la Cruz. Dado que el
Sábado Santo había oficios solemnes y mucha
actividad en las iglesias con la preparación de la
Pascua, el rezo de los maitines y laudes de ese día se
anticipaba a la noche anterior, realizándose al caer la
tarde de Viernes Santo, a la luz de las velas por lo que
recibió el nombre de Oficio de Tinieblas. La
sobriedad del templo, los altares desnudos, las imágenes cubiertas, el sonido de la carraca, las
sacras y candelabros tumbados y la falta de ornamentación floral, creaba un ambiente que invitaba
a la contemplación y meditación de los misterios de la salvación. Era una liturgia que, con signos
muy claros, expresaba los sentimientos del pueblo
creyente: el dolor ante el Redentor sufriente y la
esperanza en la Resurrección,y en ambas realidades: la
presencia de la luzcomo signo de incorrupción y
testimonio de la fe. No es por tanto casual que para el
Oficio Tenebrae, en la oscuridad de la iglesia,
apareciera a un lado del altar – nunca como elemento
central – un candelabro triangular con quince cirios. El
uso de estos tenebrarios se remonta, al menos, hasta el
siglo VII, pero el número de quince velas fue fijado
por San Pio X en 1914, en correspondencia con los
salmos que se cantaban durante el oficio: nueve para
Maitines y ocho para Laudes. A su vez, las velas
representaban a los once apóstoles, sin Judas el traidor,
más las tres Marías y la Santísima Virgen lo que
sumaba el número de quince. Al finalizar cada salmo,
simbolizando el aparente triunfo de la tiniebla sobre la
luz, se apagaba un cirio, intercalándose de izquierda a
derecha, con ello se significaba que, poco a
poco,también se iba apagando la fe de los once
apóstoles fieles y de las tres María, quedando solo la