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intento ubicarme a toda prisa en mi hermandad, pero me dice que no puedo ir caminando por en
medio de la procesión sin autorización, por lo que se ofrece para acompañarme hasta el Celador
de mi hermandad al cual alcanzamos exactamente en la Plaza de la Cruz. Me acerco a él para darle
las explicaciones pertinentes y pedirle permiso para incorporarme a la Hermandad. El Celador me
pide mi Contraseña, me riñe y me advierte de que hay que ser más cuidadoso y previsor, que me
puede caer una buena sanción por haber llegado tan tarde.
Por fin me he incorporado a mi hermandad y comienza mi particular Procesión del Cristo de la
Caridad, que este año va a ser más corta que otros años para mí, ya que la empiezo a partir de la
Trapería y con más de una hora de retraso.
Sumido en estos pensamientos noto que me dan tirones de la manga. Pienso que debe ser algún
niño que está viendo la procesión y que me pide caramelos. Le busco con la mirada pero no
encuentro a nadie y sin embargo sigo sintiendo fuertes tirones de la manga.
Pero ahora escucho también una voz conocida. Es mi madre que me está diciendo: ―-Nene,
despierta que son ya las cinco y media de la tarde. Vamos, que tienes que vestirte de nazareno y
marcharte para Santa Catalina. No vayas a llegar tarde a la procesión…….‖