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SENTIMIENTOS
Celia Alcázar
Desde que fui madre tuve claro que quería que
Javier amara la Semana Santa. Mis padres me
habían enseñado el encanto de las tradiciones
murcianas y el espíritu nazareno y yo deseaba
transmitírselo a él; que disfrutase del olor a
incienso, del recogimiento de un encuentro, del
saber andar de los tronos, de la magia del
sonido de las burlas....que entendiese el sentido
de la palabra penitencia y procesionar,
conseguir que se sintiera parte de mi cofradía.
Vivir la fe en estas fechas es mucho más difícil,
pero si Javier se integrase en la cofradía, que
formase parte de una hermandad, con todo lo
que ello conlleva, sabía que mis hermanos me
ayudarían a que él encontrase su lugar.
La cofradía de la Caridad es una gran familia y
enseguida lo recibieron como a uno más. En
cuanto pude lo hice cofrade y juntos nos
impusieron el escapulario. Comenzaba nuestro
camino.
No recuerdo la primera vez que yo vi una
procesión, ni la primera vez que me vestí de nazarena, pero jamás olvidaré las primeras veces de
Javier, cuando nos vestimos de corinto juntos por primera vez. Fue maravilloso todo el ritual en el
vestir del nazareno. Ir explicándole el por qué de
cada prenda, su lugar, su historia, que fuera
saboreando el mágico momento que supone vestirse
de nazareno para hacer estación de penitencia junto a
nuestro Cristo de la Caridad y la importancia que ello
tiene.
Camino de la iglesia iba pletórico, ansioso, orgulloso
del momento que íbamos a vivir. Ya habíamos
participado en muchos actos cofrades pero ninguno
vestidos de corinto y eso le daba ese matiz único y
especial que produce en todos los que año tras año
nos vestimos de nazareno aún nos haga volar
mariposas en el estómago.