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DISCÍPULOS MISIONEROS DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA CARIDAD
Julio García Velasco
Consiliario Cofradía de la Caridad de Murcia
En su carta pastoral ―Testigos y
misioneros de la caridad‖, nuestro Sr.
Obispo D. José Manuel, nos indica que
el año de la Caridad que estamos
comenzando ―es tiempo para reflexionar
y conocer en profundidad el misterio de
Dios, Trinidad de amor; es ocasión para
mostrar el rostro caritativo de la Iglesia y
particularmente la memoria de la caridad
en la diócesis de Cartagena. En este año
de la caridad debemos aprender todos,
consagrados y laicos, la mística de
acercarnos a los demás con un amor
samaritano‖. (p.10)
Ciertamente, es un honor muy grande y
una no menor responsabilidad la que tenemos todos los miembros de la Cofradía del Santísimo
Cristo de la Caridad. El honor de haber sido elegidos por Cristo para ser en nuestro pequeño
mundo testigos de su amor; y la responsabilidad de hacer de nuestra vida un testimonio constante y
creíble de ese amor, en nuestra familia y grupo de amigos, en nuestro ambiente de trabajo y
descanso, en la calle e instituciones públicas, y, por supuesto, dentro de la misma Cofradía y
Hermandades.
El Santísimo Cristo de la Caridad, con toda su vida, rubricada por la cruz, en la que quedó patente
lo que el mismo Cristo había dicho: ―nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos‖ (Jn 15,13), nos dejó muy claro que la vocación del hombre es el amor.
Efectivamente, Juan Pablo II en su primera Carta Encíclica
―Redemptor Hominis‖
nos decía: ―El
hombre no puede vivir sin amor, él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está
privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y
lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor revela
plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es -si se puede expresar así- la dimensión humana
del misterio de la Redención‖ (RH, 10)
A este respecto, vale la pena recordar, entre
tantos que podríamos ofrecer, el testimonio
del famoso psiquiatra V. Frankl
superviviente de campos de concentración
nazis, escrito en su libro ―El hombre en
busca de sentido‖. Cuenta el doctor Frankl
lo que sucedía aquellas mañanas en que,
antes del alba, tenían que ir andando desde
el campo de concentración hasta el lugar de
trabajo: