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En esta situación dramática que vivimos, tenemos que decir ―no a
una economía de la exclusión y la inequidad‖. En dicha
economía, ―se considera al ser humano en sí mismo como un
bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado
inicio a la cultura del ―descarte‖ que, además, se promueve‖.
(n.53) Y no olvidemos que en el origen de la crisis financiera
hay, como dice Francisco, una profunda crisis antropológica: ¡la
negación de la primacía del ser humano! (n.55)
A nosotros, probablemente, no nos corresponda trabajar a
niveles altos, pero la caridad es concreta y real, tiene un rostro
humano, podemos conocer el nombre del pobre y necesitado,
pasa a nuestro lado y vive en nuestra misma calle. Francisco nos
advierte:
―A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una
prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que
toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de
los demás‖. (n. 270)
Todos nosotros ―estamos llamados a descubrir a Cristo en los pobres, a prestarles nuestra voz en
sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa
sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos‖ (n.198)
Jesús no hizo caridad a distancia, sino que se acercó a los sufrientes, tocó a los leprosos, se dejó
lavar los pies con las lágrimas de la pecadora, era ―amigo de publicanos y pecadores‖, cosa que
producía escándalo y rechazo por parte de ―los maestros de la ley‖ y de los hombres ―religiosos‖
de su tiempo.
Nosotros hoy, ante el Santísimo Cristo de la caridad, renovamos nuestro compromiso de vivir la
caridad desde la cercanía real y cordial hacia nuestros hermanos necesitados (n.199)