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ILUMINANDO UNA DEVOCIÓN: SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA CERA EN LAS
PROCESIONES
José Alberto Fernández Sánchez
A Antonio Munuera y sus estantes de la Coronación
Ya son dos los años que el paso de
la Coronación de Espinas tiene la
inquietud de iluminar su flamante
conjunto con la sola luz de las velas
que cuajan sus candelabros; este es
un asunto recurrente pues, pese al
interés puesto en las Constituciones
primitivas de la Cofradía de la
Caridad al respecto de la presencia
del alumbrado ―tradicional‖ para sus
pasos, ninguno hasta ahora lo había
venido haciendo en exclusiva con
cera
complementándose
los
restantes casos con elementos
eléctricos. Este asunto viene siendo
objeto de debate en las últimas décadas; sin embargo, pocas veces se asume con criterios objetivos
la idoneidad de la cera como elemento fundamental de la puesta en escena sagrada.
Este trabajo pretende aportar unas líneas escuetas que, desde una visión histórico-artística,
formulen la adecuación de la cera y no otros complementos lumínicos para la salida de las
imágenes a las calles. Para ello se partirá de las propias motivaciones que llevaron al uso de la
electricidad como parte esencial de la puesta en escena de las cofradías allá en la década de los 60
del pasado siglo XX.
Problemática de la luz eléctrica en las procesiones actuales
Procede por ello, en primer lugar, desmentir aquellos juicios que reivindican la presencia de focos
para garantizar una buena visibilidad de las tallas. Nada más lejos de la realidad los focos, como su
propio nombre indica, lo que hacen es favorecer la emulsión lumínica sobre una zona concreta de
las tallas; es decir, enfocan. Al aumentar la intensidad de unas zonas sobre otras lo que hacen,
concretamente, es crear manchas de luz sobre unos lugares oscureciendo, por contra, las restantes.
Se crea así un claro contraste entre la parte iluminada y la que queda en penumbra. Este sentido
altera la propia integridad escultórica, reduciendo la emulsión a unas zonas exclusivas que no son el
total de la pieza escultórica. Además, teniendo en cuenta la propia naturaleza nocturna de las
procesiones la incisión en estas áreas concretas evita la contemplación de la totalidad que, en
realidad, es lo que interesa: la obra artística dentro de un conjunto es su totalidad y no las partes
que marca la dirección de los rayos luminosos.
Han de tenerse en cuenta que este tipo de proyecciones se dirige hacia objetos con tres
dimensiones arrojando sobre ellos una mancha plana de luz; el efecto más notable de ello es la
creación de zonas que quedan ensombrecidas dentro del propio ámbito de la zona iluminada. En
pintura se utilizaba este recurso para crear la ilusión de las tres dimensiones sobre un soporte plano
siendo la obra de Caravaggio la más expresiva materialización. Sin embargo, la escultura por
naturaleza tiene ya esas tres dimensiones. La consecuencia de imponer direccionalmente los focos
es la distorsión de su realidad tridimensional creando fantasmagóricas sombras que, en realidad,
son anti-naturales.