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EL CULTO AL SEÑOR DE LA PACIENCIA
José Emilio Rubio Román
Hasta la llegada a Santa Catalina de la Cofradía del
Santísimo Cristo de la Caridad, con su imagen
titular, la talla cristífera pasionaria por excelencia
en el Templo de Reparación fue la del Señor de la
Paciencia, devoto simulacro de Jesús sedente,
coronado de espinas, debida Nicolás Salzillo, pero
que durante mucho tiempo pasó por obra de
Bussy, como sucedió también con el Nazareno de
la Merced.
El Señor de la Paciencia es imagen de tamaño
menor que el natural, como sucede con la
Dolorosa de Salzillo de la misma iglesia,
circunstancia que le descartó como posible imagen
procesional, pero no como talla devocional de
indudable efecto, que cuenta con una nutrida
clientela entre los feligreses de Santa Catalina.
Viene de lejos la devoción al Ecce-Homo de
Salzillo padre, como atestiguan las referencias a los
cultos de que fue objeto en tiempos pretéritos, y
que, como tantas cosas, quedaron relegados al
olvido tras la sangrienta y destructiva contienda civil de 1936.
Los datos referidos se remontan, al menos, hasta el mes de junio del año 1885, cuando con motivo
de la gran epidemia de cólera que afligió a la ciudad, se dedicó una novena de rogativa al Cristo,
solicitando su favor en tan aciaga situación, que dio comienzo el 20 de junio.
Sucedía esto en un estado de cosas verdaderamente alarmante, pues sólo en la ciudad se habían
registrado de las diez de la noche del día 17 a la misma hora del 18, según el parte oficial publicado
el mismo día en que dieron comienzo las plegarias en Santa Catalina, 96 invadidos y 25 fallecidos,
a los que había que sumar los 117 invadidos y 50 fallecidos en la huerta, y los habidos en las
localidades circundantes. El parte oficial del 17 para toda la provincia elevaba a 297 el número de
invadidos y a 107 el de fallecidos en un solo día.
Y cuando las oraciones se alzaron al cielo, con las iglesias abiertas a todas horas para acoger a
cuantos ponían en manos de la Divina Providencia el final de aquella catástrofe; con un cortejo de
niños itinerante que pedía limosna por las calles para los más necesitados; con una mortandad que
alcanzó en la ciudad aquél año un espantoso 28,7 por mil; los ojos arrasados de lágrimas de los
feligreses de Santa Catalina se volvieron hacia el Cristo paciente y humilde, que fue consuelo de
muchos en aquella funesta ocasión, cuyos efectos se prolongaron hasta los primeros días del mes
de octubre.
No encontramos novenas al Señor de la Paciencia hasta unos años más tarde. En concreto,
volvemos a hallar noticia de estos cultos en la Cuaresma del año 1891, produciéndose la feliz