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LA SINCERIDAD ARTÍSTICA DE RAMÓN CUENCA
EN LA IMAGEN DE SAN JUAN
Laura Sánchez Rosique
Historiadora del Arte
Las cofradías, alejadas de imposiciones intelectuales, exhiben en sus cortejos procesionales el tipo
de imagen devocional especializada en tallas de fuerte emotividad, vehículo que facilita la empatía
entre el fiel y Dios desde la Contrarreforma. Las imágenes de devoción que han ido conformando
el patrimonio religioso de estas entidades pasionarias, se distinguen del resto de imágenes porque
estimulan la conciencia individual del espectador para que realice una verdadera inmersión
contemplativa, que tiene como objetivo que el individuo se funda con la imagen en un estado
psicológico de acercamiento donde la empatía, piedra angular del arte para la devoción, en un
proceso absolutamente emocional posibilite establecer una interrelación espiritual entre la imagen
y el espectador que la contempla.
―Expresión quebrada, boca de Dolorosa entreabierta y melena enroscada al viento. Los dedos
entrelazados, manos de huertano recio, inocencia en la mirada pero descubierto el pecho.
Innovación en la pose, eleva sus ojos al cielo, aunque quisiera apartarlos, en busca del Nazareno‖.
Así describía Antonio Botías
1
, cronista de la ciudad de Murcia, la imagen del San Juan que tallara el
escultor Ramón Cuenca Santo para la Cofradía de la Caridad de Murcia y que procesionó por
primera vez en la Semana Santa de 2013. El Apóstol que siempre ha estado presente en los
momentos más intensos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, es representado por el
artista en una actitud contemplativa de arrebatada pasión, cuya mirada, representación de un
elocuente sentimiento de piedad y dolor, se dirige hacia el crucificado que le precede en el desfile.
El solitario San Juan, de gesto anhelante y emocionado, se muestra por tanto presente en el
Calvario, alejado en su configuración plástica de la clásica iconografía tan manida por los artistas de
la zona de mostrarlo siguiendo al Nazareno en su devenir por la Vía Dolorosa. El escultor quiso
dotar a la talla de una significación que va más allá de lo táctil o terrenal para, hacernos partícipes
de un mensaje: San Juan permanece junto a Jesús, es fiel al Hijo del Hombre, no rehúye de su fe.
Para plasmar la multiplicidad de momentos en los que el Apóstol es testigo fiel de la vida de Cristo,
el escultor lo envuelve de esa extraordinaria gracilidad, ese movimiento italianizante que nos
permite sentir el dinamismo en lo estático e inerte, con la sabia disposición de los paños, con
plegados de fuerte naturalismo que le proporciona un aire regio y muy clasicista. La gestualidad, el
arrebato pasional con el que Ramón Cuenca representa al Apóstol procede de los postulados
valencianos del Siglo XVIII de la mano de Ignacio Vergara o de su discípulo Esteve Bonet,
escultores con un estilo elegante de actitud y suave en el modelado que otorgaba a sus obras la
delicadeza y sutilidad del periodo barroco diechiochesco en plena armonía con la naturaleza. Pero
la obra de este artista tiene ese aire italianizante que podemos apreciar sobre todo en sus efigies
femeninas, a las que reviste de una pálida dulzura que las hace frágiles y etéreas, con un halo de
divinidad muy cotizado en estos tiempos, pues esa gracia, la llamada unción que invita a orar, es un
valor intrínseco a sus últimas obras. San Juan, este bello Apóstol es joven e imberbe y siempre
transita su imagen en la ambigüedad de sexos por esa ternura con la que se ha abordado siempre
esta iconografía. Ramón Cuenca lo masculiniza sin llegar a hacerlo rudo, con unas manos fuertes
que entrelaza con suavidad. Juega con el contraposto y el equilibrio para enfatizar el dinamismo y
crear el melancólico juego de luces y sombras que terminarán de modelar la talla en la calle, al caer
la tarde del Sábado de Pasión. El rojo de la túnica, el color de la sangre asociado a los mártires,
1
BOTÍAS, A: “Y San Juan llora por Murcia”.
Laverdad.es(2014, 24 de Marzo)