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también rememora el amor incondicional que ofreció Juan a su Maestro. Es por ello que el
escultor, recreándose en estos matices, cubre a San Juan con el manto rojo sangre en recuerdo del
martirio al que fue sometido y que venció gracias a su amor por Jesús, al que nunca abandonó. La
teatralidad del periodo Barroco está presente en la gestualidad del hombro desnudo sobre el que
desliza la túnica celeste, gesto privilegiado de santas ascetas como María Magdalena en la que los
más atrevidos han perpetuado este tipo de licencias que prolongan aún más su belleza. La túnica
cae hasta los pies con contundencia, en un derroche de maestría en el tratamiento de los paños que
dotan al manto de la corporeidad y el tacto del tejido natural, que recoge ligeramente para no
entorpecerle el paso. El rostro, a pesar de su notoria juventud deja entrever una incipiente barba
que resalta unas facciones muy interesantes, dejando atrás los manidos amaneramientos con los
que se ejecuta esta iconografía. El equilibrio en el que se mueve el escultor en el desarrollo de esta
obra es muy significativo, pues consigue imprimirle un carácter rotundo sin obviar la dulzura y la
inocencia que deja recaer sobre sus ojos, sin duda un recurso certero que llega al espectador, con
una mirada que eleva hacia el rostro del Maestro, mostrando un gesto de profundo dolor, donde,
al pie del Calvario consuela a María que ha visto a su hijo expirar. Si recopilamos los rasgos
enumerados en esta imagen y la constante referencia hacia postulados de raíz italiana, hallamos un
ejemplo, que bien podría tratarse de un referente creativo, en la talla de San Juan ubicada en el
Museo de la Diócesis de Molfetta
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fechada en 1829 cuyo autor es Francesco Antonio Verzella y
pertenece a la Cofradía de la Muerte. Esta magnífica imagen posee evidentes paralelismos con la
obra de Ramón Cuenca, desde la elección de las tonalidades para la vestimenta, hasta el
posicionamiento de las manos entrelazadas, si bien este Apóstol presenta más contundencia en el
gesto implorante. La faz, hermosamente tratada logra imprimirles, en ambos, la interiorización del
sufrimiento que se escapa de unos ojos perdidos en el horizonte, si bien en el de Verzella se
acentúa el dolor queriendo volverlos hacia dentro, subrayando el blanco que hay en ellos. El
recurso de la boca entreabierta, anticipa el sentir que sus manos y pies acompañan, gesto del que
participan ambas imágenes y por donde parece liberarse un suspiro, cuando solitario avanza entre
la multitud que acude a contemplar el cortejo. La retórica gestual de la que se vale Ramón Cuenca
a través de ademanes, gestos y miradas no hacen sino traducir la fórmula piadosa del reclamo visual
que suple de modo magistral la fuerza de las palabras.
Las fotografías de la talla de Ramón Cuenca son de Santiago Rodríguez López.
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Molfetta es una localidad italiana de la provincia de Bari, región de Puglia (Italia).