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Rosario Corinto 04
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Para vivir la Semana Santa necesitaremos pasar por la Cuaresma, recorrer todo un camino de
escucha serena de la Palabra de Dios y darle tiempo al mismo Señor para que pueda hablarnos al
corazón. La Iglesia nos propone en este periodo que nos hagamos a nosotros mismos un regalo, un
tiempo dedicado al silencio y a la reflexión para poder interiorizar, para permitir que la Palabra del
Señor entre hasta lo más hondo del corazón de cada uno.
Los cofrades conocéis la historia de la Pasión de Jesús hasta de memoria, porque estáis muy fa-
miliarizados con ella, conocéis a los personajes, el medio ambiente que rodeaba ese momento históri-
co, y no es difícil que recordéis las palabras que pronunció Pilato al presentar a Jesús a los sumos sac-
erdotes y a los guardias, después de haberle torturado y de sembrar su cuerpo de crueles azotes: Aquí
tenéis al hombre (Jn 19,5). Y ahí aparece Jesús, a la vista de todos, lleno de las heridas por los latigazos,
coronado de espinas, escarnecido y abofeteado, despreciado, humillado y condenado a la muerte,
como el Varón de Dolores que profetizaba Isaías. Jesucristo es el mismo Dios que se ha hecho hombre,
en todo semejante a nosotros excepto en el pecado, que ha llevado a cabo el Plan de Salvación divino.
No fue una aventura fácil, porque le costó la propia vida, pero no se alejó de su responsabilidad de
obedecer al Padre y ser nuestro Redentor y Salvador. San Pablo nos cuenta cómo fue capaz Nuestro
Señor de entregarse al rescate de la humanidad:
Siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre, y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz
(Flp 2, 6-8).
San Juan Pablo II, en la catequesis de los miércoles, del 17 de febrero de 1988, explicaba la
Kénosis de Nuestro Señor con estas palabras:
Dios-Hijo asumió la naturaleza humana, la humanidad, se
hizo verdadero hombre, permaneciendo Dios. La verdad sobre Cristo-hombre debe considerarse siempre en rel-
ación a Dios-Hijo. Precisamente esta referencia permanente la señala el texto de Pablo. “Se despojó de sí mismo”
no significa en ningún modo que cesó de ser Dios: ¡Sería un absurdo! Por el contrario significa, como se expresa
de modo perspicaz el Apóstol, que “no retuvo ávidamente el ser “igual a Dios”, sino que “siendo de condición
divina” (“in forma Dei”) (como verdadero Dios-Hijo), Él asumió una naturaleza humana privada de gloria,
sometida al sufrimiento y a la muerte, en la cual poder vivir la obediencia al Padre hasta el extremo sacrificio.
Queridos cofrades, sois vosotros los que cada año levantáis los retablos de Pasión y Gloria por
las calles de nuestros pueblos y ciudades; sois vosotros los que, a paso lento, mostráis sobre los hom-
bros el paso de Cristo que pasa y nos mira; sois vosotros los primeros que al son de marchas, acom-
Aquí tenéis al hombre (Jn 19,5)
CARTA A TODOS LOS COFRADES DE LA DIÓCESIS DE CARTAGENA. 2017
José Manuel Lorca Planes.
Obispo de Cartagena