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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
tal es la fe. Tampoco se entendería sin la familia, y tam-
poco se concibe sin la cultura y por supuesto está unida al
pueblo. Yo cada año llevo a mi hija a que vea conmigo y
reciba el legado de la Semana Santa murciana, y este año
mi hijo ya se ha animado a hacer el camino del Apóstol.
Otro aspecto fundamental que define a las co-
fradías es el ejercicio de la caridad. Y esta palabra seguro
que nos evoca el recuerdo de la imagen tan preciosa del
“Cristo de la Caridad”. Es importante que la misma co-
fradía realice obras de caridad extraordinarias, muchos somos conocedores de la labor de auxilio que
realizan las cofradías y el mismo Cabildo, aunque lo lleven en silencio y no tiene por qué enterarse
nadie, pues una cosa esta clara, DE LOS POBRES NO SE PRESUME, SE LES AYUDA.
Cada hermandad, cada cofradía, cada municipio, tiene una manera de entender la religiosidad
popular, tan influenciada por su cultura.
Cada cofradía tiene sus propias señas, su
manera de ser que la identifica.
“Se nota en todo. En
el sentido de pertenencia. No sólo es estar inscrito. Cada
una tiene su estilo y sus formas. Los nombres de las co-
fradías son apellidos de una identidad de ser cristiano.
Él es de la Misericordia, de la Paz, de la Caridad”…
En definitiva, es algo que está arraigado a
cada uno de nosotros, el ser humano es religioso por naturaleza, podrá descubrirlo antes o después
pero a lo largo de los siglos las imágenes de la Semana Santa han ser-
vido para eso, para que la religiosidad popular siga adelante y también
para que se descubra.
El hecho de la religiosidad popular es tan constante en la his-
toria de nuestra Región y de todos los pueblos y de todas las épocas,
que ignorarlo supone situarse fuera de la realidad de la vida. Diré más,
el atacarlo puede suscitar dolorosamente reacciones fundamentalistas
que, sin duda, son totalmente condenables, pero no han de serlo menor
quienes han provocado dichas reacciones.
Quiero terminar este articulo diciendo que cuando cientos de
miles de hombres y mujeres de todas condiciones y de todos los niveles
culturales, en manifestaciones masivas, en ocasiones puntuales, o en
un reguero interminable de días y horas, acuden a lugares de culto san-
tificados por el silencio, el sacrificio, la promesa, la oración, algo muy
serio y profundo debe existir en el alma de las personas. Quizás estén todos diciendo, cada cual a su
estilo y desde su óptica aquello de San Agustín: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”.