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aquella corriente
y lanzarnos, por el contrario, a ella.
Queríamos ser arrastrados hasta su desembocadura, la iglesia
de Santa Catalina, para
fundirnos allí en ese mar que es Dios
mismo,
y de igual modo que hiciera antaño en Israel, nos
sumerja ahora también a nosotros, en las aguas de ese nuevo
río Jordán
en que se convierte nuestra Murcia durante la
semana de Pasión.
En ese instante, sentimos el calor de numerosas manos que se
tienden a nuestro paso a modo de bienvenida. Son los abrazos
de tantos y tantos amigos nazarenos, y que por fortuna
contamos, que participan esa tarde en el cortejo, y que
mirándonos a los ojos pueden ver la desazón que nos invade.
Por un lado, nos gustaría saltar de nuestros asientos y correr
junto a ellos a su trono o hermandad, pero, por otro, sabemos
que hoy a nosotros nos toca jugar otro papel, el de ser nazareno
de silla y esperar a que pasen los compañeros para que sientan
que estamos ahí y que con ellos levantaremos el trono,
organizaremos la hermandad o formaremos sus filas. Seguiremos ahí, acompañando a todas y cada
una de sus imágenes.
Con la Oración pasaremos la angustia en Getsemaní, con la Flagelación sufriremos con cada
latigazo, en la Coronación brotará la sangre de nuestra sien, junto a Nuestro Padre Jesús
cargaremos el peso de la Cruz, con la Verónica limpiaremos su rostro, acompañaremos a San Juan
en su camino, con la Santísima Virgen lloraremos por el Hijo y con el Santísimo Cristo de la
Caridad amaremos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
No quiero dejar pasar esta oportunidad sin tener, de igual modo, un especial recuerdo para el otro
desfile procesional que organiza nuestra querida Cofradía de la Caridad la tarde del Sábado Santo y
el cual yo no puedo contemplar, ya que soy Cabo de Andas del Santísimo Cristo Yacente y me
encuentro ocupado, como podréis imaginar, en otros menesteres. Pero puedo afirmar que desde la
Semana Santa de 2013 el Cristo Yacente, durante su desfile en la tarde del Sábado Santo, se
encuentra reconfortado al saber que su Madre, María Santísima del Rosario en sus misterios
dolorosos, le ha precedido en la carrera enjugando con su llanto el camino que Él ha de recorrer
para reunirse con el Padre y, conjuntamente con los hermanos del Yacente, los nazarenos de la
Caridad escoltarán al Santísimo Cristo hasta su sede en San Juan de Dios para demostrar así, de
nuevo, su incondicional amor al Padre.