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Rosario Corinto 04
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VIVENCIAS DE UN
NAZARENO MURCIANO
Luis Ferrer Pinar
Me solicita mi querido amigo y
Mayordomo-Presidente Antonio
que escriba para el cuarto número
de nuestra Revista Rosario Corin-
to un artículo, y dado que no soy
experto en arte, ni historiador, y
al no poder abordar esos temas -
aunque sí les tengo afición - sola-
mente puedo escribir sobre las vi-
vencias de éste nazareno y, sobre
todo, de lo que depara el futuro.
Desde mi infancia, y por la
tradición nazarena en mi familia,
he tenido muchas “inquietudes
cofrades”. La suerte de haber na-
cido en una familia nazarena me
ha permitido “heredar” esa pa-
sión por la Semana Santa, en especial la de Murcia. Actualmente intento trasmitir ese sentimiento a
mis hijos. Y he de confesar que el mayor no va mal encaminado.
En casa de mis abuelos siempre se olió a Semana Santa, no sólo en las fechas propias, sino que
era algo que se vivía y sentía todo el año, pues para mi abuelo ser nazareno era un modo de vivir. Y
eso que sólo perteneció al Refugio, cofradía donde fue tesorero muchos años. Con él aprendí muchas
cosas, sobre todo a tener paciencia, y el saber en qué momento se debe ir haciendo las cosas.
Pertenezco - por orden de antigüedad - a las Cofradías del Refugio, actualmente miembro de la Junta
con mi querido presidente Ramón, y portapasos del Cristo; a la Cofradía de Jesús, siendo Mayordomo
Celador de la Caída; a la Cofradía de la Caridad, estante de María Dolorosa; a la Cofradía de la Fe,
por la vinculación al Colegio Capuchinos; he sido estante del Resucitado, en el Paso de la Aparición
de Jesús a María Magdalena y, por último, soy hermano de la Hermandad de la Virgen del Olvido,
estante del paso que sale de San Bartolomé. En cada una disfruto intensamente, de manera distinta,
viviendo en todas ellas mi fe y devoción.
La primera vez que vestí la túnica nazarena fue a la edad de 8 años, la de Mayordomo de Jesús.