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Rosario Corinto 04
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LA MÚSICA DE LOS DESFILES
PROCESIONALES:
Evolución histórica y situación actual
Andrés Pérez Bernabé
Director de orquesta
Director de la Banda Sinfónica de la
Agrupación Musical Juvenil de Cabezo de Torres
La forma en la que el ser humano capta y aprehende su entorno es, mediante los sentidos, y
la conjunción de los mismos acelera el proceso y puede llevar al creyente a un estado de comunión
intensa con el hecho religioso. De ahí que los elementos fundamentales de los desfiles procesiona-
les sean aquellos que estimulan los sentidos: La vista (imágenes, tronos, flores, túnicas…), el olfato
(flores, incienso, cera…), el gusto (gastronomía típica asociada a los desfiles: huevos, monas, habas,
caramelos…) y el oído.
La música aparece como un elemento unificador de todos los sentidos, ya que es el primero en
captarse y envuelve en todo momento la percepción de los demás. La música es capaz de rememorar
en la mente de todos los amantes de la Semana Santa todas las sensaciones que tienen lugar en la
calle; de ahí su importancia. La música procesional ocupa gran parte del calendario nazareno, lo que
le hace estar presente siempre que los cofrades quieren rememorar su desfile o desean coger fuerzas
para preparar el siguiente.
Una perspectiva histórica.
En el principio de la Edad Media la música estaba vinculada al culto católico, pero era vocal
exclusivamente (el canto gregoriano), pero diversos cambios en la semántica musical llevaron al uso
paulatino de instrumentos doblando las voces y finalmente sustituyéndolas principalmente cuando
eran manifestaciones externas (procesiones), las cuales requerían de una sonoridad más potente. Exis-
ten datos sacados de grabados y relieves anteriores al s. XV que nos muestran procesiones acompa-
ñadas de músicos tocando instrumentos. Estos músicos eran los llamados ministriles. Normalmente
eran agrupaciones de viento con diversos instrumentos llamados “altos” por su gran sonoridad: cor-
netos, chirimías, sacabuches, bajones y percusión (tambores y panderos).
A comienzos del siglo XVI se sabe, gracias a los archivos de las catedrales, que ya era habitual
esta práctica: en 1508 en Plasencia existen documentos que hablan de que había “ministriles e trom-
petas e sacabuches e chirimías” (que cobraban 7000-8000 maravedís) y participaban tanto en oficios
como en procesiones. En 1526 en Sevilla existen datos de un grupo de músicos no estable pagado por
el Cabildo de la catedral. También hay datos de agrupaciones musicales destinadas a los desfiles pro-
cesionales en diversas catedrales durante el siglo XVI: León 1544, Valencia 1560, Palencia 1567… Estos
grupos de viento no sufrieron transformaciones reseñables en los dos siglos siguientes.