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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
A mediados del siglo XVIII en Centroeuropa empezaron a surgir las primeras bandas (harmo-
niemusik) para interpretar música al aire libre con la aplicación de los nuevos avances en los instru-
mentos y la incorporación de instrumentos nuevos. A principio del siglo XIX una banda militar estaría
constituida de: pífanos, flautas, oboes, clarinetes, fagotes, trompas, trombones, trompetas, serpento-
nes y percusión turca (bombo, platos, triángulo y tambores). Los saxofones y la familia de las tubas se
incorporarían a mitad de siglo conformando la banda de música tal y como la conocemos hoy en día.
El repertorio procesional de gran parte del siglo XIX estaba compuesto por marchas fúnebres
(debido al origen militar de estas bandas). Conviven las adaptaciones de obras clásicas con la com-
posición de marchas nuevas. Estas piezas tomaban como modelos famosas composiciones clásicas:
Marchas fúnebres revolucionarias francesas, como las de Gossec, la Marcha fúnebre de Beethoven, la
Marcha fúnebre de Chopin y posteriormente arreglos de fragmentos operísticos alusivos a la muerte
como el Adiós a la vida (de Tosca de Puccini).
A principio del siglo XX se advierten dos corrientes de composición: por un lado la tradicional
basada en la marcha fúnebre y por otro una más sinfónica e inspirada en el nacionalismo musical es-
pañol en auge por la época (Falla y Turina). Representantes de este nuevo estilo es la saga de los Font
(José Font: Quinta Angustia 1895, su hijo Manuel Font y su nieto Manuel Font de Anta: Amargura
1919). Además un hecho relevante estimuló en los años 20 la composición de nuevas marchas: la apa-
rición de la revista musical Harmonía fundada por el compositor y editor guipuzcoano Mariano San
Miguel, autor de la celebérrima Mecktub.
La Guerra Civil supone una crisis general que también afecta a la música procesional. La post-
guerra y un renacer del espíritu nazareno hace crecer la creatividad de los compositores; se empieza a
observar una evolución que funde los dos tipos de marchas que se componían hasta el momento. Nor-
malmente las marchas de estos años son muy sinfónicas y tienden hacia melodías amplias y emotivas:
Emilio Cebrián: Cristo de la Sangre, Jesús Preso, Macarena; Ricardo Dorado: Mater Mea, Oremos,
Cordero de Dios...
En los años 60 se produce en Sevilla un fenómeno que marcará el estilo en las marchas hasta
hoy en día: Los costaleros deciden qué música quieren para desfilar. Esto hace que las marchas del
tipo fúnebre pasen a un segundo plano, empezando a producirse marchas más alegres y que cada vez
incorporan más elementos folklóricos, por supuesto andaluces. Estas marchas comienzan a tener un
gran éxito entre el público lo que multiplica su producción. Ya en los 90 el estilo sevillano se va infil-