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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
En la parroquia de San Pedro preparan el cortejo de la Do-
menica de Ramos, que mañana conmemora al Señor de las
palmas.
De la Coronación al calvario. Cuarto paso de la tarde.
Cuarto misterio del rosario que en la Caridad se representa
en el Nazareno de Ardil Pagán y, cuando apenas la multitud
se recupera de su imagen, la Santa Mujer Verónica, carita de
magdalena, hermoso rostro de murciana, va enjugando las
lágrimas que han derramado los fieles. El desfile avanza en-
tre un estruendo de marchas y burlas, que son los lamentos
del metal y la madera bajo un atardecer de claroscuros.
San Juan precede al tesoro de la Caridad, María Dolo-
rosa, que imaginara el inmortal Salzillo. Diminuta y hermosa talla, prototipo para el escultor, de tú-
nica encarnada y manto azul, de frágil camisa de puntilla sobre su pecho, de manos que se extienden
inquisidoras, de leve expresión rendida, de encarnación primorosa, traspasado el corazón y coronada
con doce estrellas de plata.
De corinto se envuelve la tarde cofrade en Murcia. El color de estas vestiduras está inspirado
en aquellas tradicionales túnicas murcianas del siglo XVIII. Porque en la Caridad, de tan reciente
creación, todo es un canto a la tradición. El alumbrado de los penitentes y de los pasos es únicamente
con cera. Los estantes lucen la típica túnica corta, sobre almidonadas enaguas y medias de repizco.
Cristo, en su advocación de la Caridad, ya está muerto. La última esperanza se desvanece como
el cortejo cuando alcanza, en su retorno, la plaza de Santa Catalina, bajo la mirada de piedra de la In-
maculada, alzaba sobre una columna frente al templo reparador, que todos llaman iglesia. Cumplida
la estación de penitencia, sin apenas caramelos bajo la túnica, rendidos los pies y los brazos, la espalda
quebrada, se deshacen las filas para volver a concentrarse en la despedida al Señor.
La memoria se refresca para, ya bien entrada la madrugada y con el eco de los últimos cánticos
al titular, volver a desvanecerse durante todo un año. Atrás quedan las calles empedradas de envol-
torios de caramelos.