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Rosario Corinto 04
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de sensaciones se dibujaba en cada rostro que presenciaba o participaba en aquella escena. Resonó
el golpe en la tarima y el Santísimo Cristo de la Caridad fue descendiendo tan despacio que aquellos
segundos parecieron eternos, si la emoción hasta entonces fue contenida allí se desbordó y un mar de
lágrimas bañó las caras, ya desdibujadas por el esfuerzo, de aquellos hombres a los que durante años
había dirigido, inenarrable.
Gracias por haber compartido y vivido algo tan especial.