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Rosario Corinto 04
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EL PUENTE CORINTO
Juan Manuel Nortes González
Nazareno colorao
Dos hermanos vivían felices en sus
tierras de la huerta de Patiño. Residían en
sendas barracas situadas a cada extremo de
las tierras que habían heredado de sus pa-
dres. Los dos eran nazarenos estantes corin-
tos. Ambos cargaban bajo el paso del Cristo
de la Caridad por lo que, cada Sábado de
Pasión por la tarde, los dos marchaban jun-
tos, vestidos con sus túnicas de color corinto,
caminando desde Patiño hasta la iglesia de
Santa Catalina y luego regresaban también
juntos de madrugada, al acabar la Procesión
del Cristo de la Caridad.
Hasta que cierto día tuvieron una fuerte discusión. Era el primer problema serio que tenían tras
cuarenta años de cultivar sus tierras juntos, hombro con hombro, compartiendo herramientas, anima-
les, maquinaria e intercambiando cosechas y bienes de forma continua y también compartiendo sus
esfuerzos debajo del paso del Cristo de la Caridad, durante la procesión de su Cofradía.
Sus problemas comenzaron con un pequeño malentendido que fue creciendo hasta que explo-
tó en un intercambio de duras palabras y amenazas, seguido de semanas de doloroso silencio que les
fue distanciando cada día un poco más.
Una mañana muy temprano alguien llamó a la puerta de la barraca del hermano mayor. Al
abrir la puerta se encontró con un hombre alto, de largos cabellos, barba, bigote, que llevaba una caja
de herramientas de carpintero. Al verle, al huertano le sonó muchísimo su rostro. Sabía que le cono-
cía de algo, pero no recordaba dónde le había visto. -
Estoy buscando trabajo por unos días-
, dijo el
carpintero, -
¿no tendría usted algunos trabajillos que hacer en su barraca en los que yo pueda serle
útil?-
.
-Pues sí-
, dijo el mayor de los hermanos,
-Tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado de
la acequia, esas son las tierras de mi hermano menor y en aquella barraca del fondo vive él-.
-La semana pasada había un hermoso huerto de limoneros entre su barraca y la mía pero él
arrancó varios árboles y desvío el cauce de la acequia para que ésta se interpusiese entre nosotros.
Lo hizo a propósito, sólo por molestarme, enfurecerme y distanciarse de mí, pero le voy a devolver
la jugada con algo aún mejor….-