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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
que quiere transmitirle, son las virtudes de buen cristiano.
El Quijote, el hidalgo manchego, le habla así a Sancho: “Al caballero pobre no le queda otro
camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y come-
dido y oficioso, no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo”. En este texto, se
encuentra un paralelismo con el himno a la caridad de San Pablo (I Corintios 13, 4-7). “La caridad es
paciente, la caridad es benigna; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no
busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace con la
verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
La caridad es la regla para nuestros actos, pero en el
mundo actual, aquel que nos rodea, no ha quedado la caridad
reducida al acto de entregar una cantidad de dinero o cosas a
quienes puedan necesitarlo. ¿Qué hace falta para completar el
círculo y que nuestra caridad sea completa? El amor, hace falta
amor al prójimo en el acto en sí, darnos a nosotros mismos. El
Papa Francisco se refiere a la caridad en estos términos: “Amar
a Dios y al prójimo no es algo abstracto, sino profundamente
concreto, que significa ver en cada persona el rostro del Señor
al que servir, y servirle con eficacia…. Y ustedes, hermanos
y hermanas, son el rostro de Jesús. Todos tenemos que recu-
perar el sentido del don, de la gratuidad, de la solidaridad”.
Jesucristo es el ejemplo supremo de la caridad. Una
persona caritativa perdona, comprende, se orienta al servi-
cio, es humilde, siempre está dispuesta a ayudar y siempre
mira a la gente de una manera tolerante y favorable. Cristo
demostró todas estas características a las personas que servía
y con quienes se reunía. Jesucristo demostró caridad constante
y alentó a sus seguidores a hacer lo mismo. Sin embargo, su
mayor acto de caridad fue su sufrimiento en Getsemaní y el
sacrificio de su vida en la cruz, a través del cual todos tenemos la oportunidad de tener vida eterna y
vivir con nuestro Padre Celestial.
Así, en el Quijote, Cervantes se expresa a través de uno
de sus personajes: “…y advierta Sancho que las obras de caridad
que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada”.
Es curioso y digno de destacar como esta frase fue censurada en
varias ediciones de la insigne obra cervantina.
La caridad de D. Quijote es una caridad militante. Más
que la justicia le importa la misericordia. Así podemos contem-
plar los consejos a Sancho, cuando éste iba a ser gobernador de
la isla Barataria. Dicen así:
“Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no
cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la
fama del juez riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso
de la dádiva, sino con el de la misericordia.
Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu en-