Página 244 - ReviSTA01

Versión de HTML Básico

249
Al continuar mi camino guardé en mi
mente la imagen de su mirada
encontrándose con la mía. Traté de
olvidarlo.
Caminé
deprisa
como
escapándome de allí. Paré en una librería
donde compré un libro y en cuanto llegué a
mi casa comencé a leerlo, esperando que el
tiempo borrara de mi mente esa presencia.
Pero el recuerdo de esa lágrima no se
borraba. Los viejos no lloran así por nada,
me dije.
Esa noche me costó mucho dormir.
La conciencia no entiende de horarios y
decidí que a la mañana siguiente volvería a
su casa y conversaría con él, tal y como
entendí que me lo había pedido con su
mirada. Cuando conseguí vencer mi
remordimiento logré conciliar el sueño.
Me levanté temprano y después de
desayunar salí muy deprisa hacia su casa,
convencido de tener mucho que conversar
con aquel anciano nazareno corinto.
Llegué a su casa. Llamé a la puerta,
que al poco se abrió con un chirriar de
viejas bisagras sin engrasar y salió otro
hombre distinto a quien yo esperaba
encontrar.