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La importancia de
esta reseña radica en varios
aspectos: por un lado, la
descripción del desarrollo
ceremonial y, por otro, la
evidencia de su aceptación
popular. En efecto, la
importancia
de
la
interpretación del himno
“Vexilla Regis”
fue tal que
sus
melodías
fueron
incorporadas al cancionero
popular del entorno. No hay
que ceñir esta relevancia
únicamente a los cánticos
propios de la huerta pues se
conoce con fundamento que
el
desarrollo
de
“la
Correlativa”
partió
de
cofradías radicadas dentro de
la ciudad, particularmente en
San Bartolomé y Santo
Domingo, pasando tiempo
más tarde a entidades de la
huerta circundante (Narejos
Bernabéu, pp. 61-63). Este
hecho no debe extrañar en
absoluto por cuanto, como
indica Díaz Cassou,
“las
cofradías, principalmente las
de
Ánimas,
Jesús
y
Preciosísima
Sangre,
[convocaban a la ciudadanía]
con sus cantos”
contando
para ello con sus propios
coros (Díaz Cassou, 1980,
p.25)
.
Como se ha podido
observar la ceremonia contaba con una impronta marcadamente plástica con la participación de la
indispensable bandera o guión; pese a que ésta era escénicamente tremolada en el presbiterio, su color
negro así como la cruz encarnada guardaban una austeridad propiamente cuaresmal. Pérez Sánchez reseña
los pormenores de la enseña correspondiente a la iglesia Catedral de la sede diocesana:
“El guión de la Vexilla era sumamente representativo como signo identificativo y reservado al cuerpo
capitular, abriendo o encabezando las procesiones que los canónigos realizaban después de rezar Vísperas
desde el Sábado de Pasión hasta el Miércoles Santo y que tan sólo podía ser portado por las dignidades y
siempre en función de su antigüedad. A diferencia del guión de las Minervas este pendón, cuya forma
exacta se desconoce, es descrito ya en el inventario de 1585, donde se indica que estaba elaborado en
tafetán negro sobre el que se disponía una cruz bordada carmesí y rodeada por un entramado de flecos y
pasamanos de seda negra. Y, aunque pueda parecer un tanto extraño, así se mantuvo siempre, pues los
inventarios posteriores no ofrecen variación alguna, ni aún en los momentos más boyantes de las finanzas
catedralicias. Tal vez las especiales fechas para las que se reservaba la insignia, Semana Santa, o su