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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
Por consiguiente, tanto en un aspecto como en otro, la identificación de una pieza determinada
con la producción de un artista de renombre, es motivo para muchos de acentuación del valor de una
escultura tanto desde el punto de vista “mundano” como “espiritual”. Bien es cierto que cuando una
pieza se introduce en el comercio del arte, la firma, la autentificación de un gran maestro como autor
de ésta, es primordial para que su valor crematístico sea mayor. Y decimos valor crematístico y no
artístico, pues éste último reside en la forma, en la idea, en la plasmación de un concepto y cómo se
transmite el mismo por medio de la expresión material.
Ahora bien, si hablamos de escultura religiosa expuesta al culto, a la veneración pública, tanto
en el templo como en la calle, incluso a la ubicada en un espacio museístico determinado, aquella no
está expuesta a los vaivenes mercantiles, por tanto, la afectación primordial es la valoración estética,
plástica, la cual facilita la contemplación, la devoción por medio de la capacidad de expresión, la
fuerza y entidad explícita de la obra que viene en gran medida sustentada por unos valores que,
obviamente, un buen artista sabe plasmar.
Por todo ello, la atribución, el autor de la obra, no es ni mucho menos lo primordial para
la valoración estética de una pieza, y más, las enmarcadas dentro de la religiosidad popular. Ello
no implica que el atribucionismo no sea algo plausible, de hecho, es un sistema utilizado por la
historiografía tradicional desde hace ya mucho tiempo, metodología que alcanza su cénit con los
teóricos Giovanni Morelli y Bernard Berenson , que allá por las postrimerías del siglo XIX e inicios del
XX respectivamente, elaboraron una serie de estudios válidos y consecuentes basados en presupuestos
lógicos en cuanto a la posible identificación de autorías.
Es más, es una técnica deductiva que en lo que respecta a la historia de la imaginería sacra de
nuestro país, ha servido para catalogar con plenas garantías obras de enorme calado artístico como
el Cristo de la Luz de la ciudad de Valladolid o el Nazareno de Pasión de Sevilla, obras indudables
de Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés
respectivamente.
Su método surge de la observación, mediante
un análisis de elementos particulares de las obras,
atendiendo a la comparación de detalles que podían
revelar lamaneraespecíficade trabajarde losmaestros,
y con ello poder atribuir autorías. El sistema parte
de dos preceptos fundamentales: primero, que los
artistas muestran de modo inconsciente unos trazos
personales en los pequeños detalles rutinarios, como
la forma de trazar el ojo, la nariz o la oreja. Segundo,
que esos trazos se repiten en toda la producción de
un mismo maestro, considerando obviamente su
evolución.
Se entiende, por tanto, que contrastar y
relacionar estos datos con otros similares permite
realizar análisis deductivos con garantía científica.
Incluso tiene conexión con el método de Sigmund
Freud en lo que respecta al análisis de la personalidad
del sujeto.
Pero siendo el atribucionismo un sistema
válido, en determinadas ocasiones, el cientifismo no
es absoluto, pues de hecho, cada gran maestro posee
una corriente de seguidores y discípulos a nivel local