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Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad
sus bellaquerías (Quijote I parte).
Aquí se plantea la reflexión de que los hombres juzguen a otros hombres; utilizando para ello
solamente lo previsto en las leyes. Así el apóstol Santiago ya nos había interpelado categóricamente:
¿tú quién eres para juzgar a tu
prójimo?. Y el mismo Jesucris-
to: «No juzguéis, para que no
seáis juzgados. Porque con el
juicio con que juzguéis seréis
juzgados, y con la medida con
que midáis se os medirá (Mt, 7,
1-2); pues ¿quién de nosotros
esté libre de pecado? que ¡arroje
la primera piedra! (Jn, 8,7)”.
Jesús indica las
etapas mediante las cuales es
posible alcanzar la meta de ser
misericordiosos como el Padre:
“No juzguéis y no seréis juzga-
dos; con condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis
personados. Dad y se os dará; una media buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda
de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida que midáis» (Lc 6,37-38).
Si no queremos incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio
hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras que el Padre
mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y
envidia! Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerle al descrédito, a compro-
meter su reputación y a dejarlo a merced del chisme. Sed generosos con todos sabiendo que también
Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad.
El Papa habla así de la justicia en relación con la misericordia: La justicia es un concepto fun-
damental para la sociedad civil cuando, normalmente, se hace referencia a un orden jurídico a través
del cual se aplica la ley. Con la justicia se entiende también que a cada uno debe ser dado lo que le es
debido. En los textos bíblicos, muchas veces se hace referencia a la justicia divina y a Dios como juez.
Por su parte, Jesús habla muchas veces de la importancia de la fe, más bien que de la observancia de
la Ley, así su frase: «Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque
yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,13)
La historia de la salvación está llena de su bondad que prevalece por encima del castigo y la
destrucción. Los Salmos, de modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino: «El Señor
libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados»
(146,7-9).