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Rosario Corinto 04
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LA SUBJETIVIDAD INSALVABLE DE
LA BELLEZA EN EL ARTE
Laura Sánchez Rosique
A lo largo de épocas, y de muy distinta manera en cada una de ellas, la belleza ha sufrido la
persistencia de quienes han querido catalogarla, encasillarla de alguna manera dentro de un ámbito
cerrado, el de la definición, y al
mismo tiempo tan vasto y difuso
como una cualidad, un concepto
o un sentimiento intensamente
discutido por pensadores y
filósofos de todos los tiempos,
quizás en aras de intentar
ponerle puertas al campo,
como vulgarmente se dice,
pero definitivamente, acotar un
término de estas características
se ha convertido en una quimera
a lo largo de los siglos.
En esta búsqueda, no
hallamos una sola definición
objetiva de belleza, porque todas
de alguna manera nos llevan a la
indefinición de lo subjetivo, de
lo que a cada individuo le pueda sugerir la contemplación de algo, es decir, siempre va a depender de
que ese algo sea bello o no según nuestra capacidad de percepción y así al mismo tiempo de nuestras
propias circunstancias, del entorno, de la educación, en definitiva, de nuestros valores intrínsecos
como persona, donde nadie va a poder cambiar las sensaciones que percibimos en determinadas
ocasiones, ya sea contemplando una obra de arte o mirando el mar.
¿Quién puede decirnos donde están los límites de nuestra percepción y el cúmulo de sensaciones
que nos producen? ¿Por qué unos obtenemos satisfacción, plenitud, admiración al contemplar el
arte sacro y otros en cambio perciben inquietud y desasosiego? Todo es tan subjetivo, tan etéreo y
difuminado que no existe un criterio seguro para identificar y evaluar la belleza ni por qué se produce
en nosotros dicha percepción.
La palabra belleza se ha ido transformando a lo largo de los siglos en un término vago, y más
cuando se utiliza en su sentido amplio, pues engloba las más diversas formas de sensibilidad. Por ello,
cada cultura define los sentimientos que conforman un juicio estético y que no están desligados de los
valores morales. De la misma manera se puede afirmar que son infinitas las acepciones de lo bello, lo