Santísimo Cristo de la Paciencia

Corona dorada de procesión de orfebrería, realizada por Orfebrería Penalva de Cieza y donada por la Familia Flores García.

Caña plateada de procesión de orfebrería, realizada por Orfebrería Penalva de Cieza y donada por la Familia García Romero.

Ceñidor y ahogador, realizada en Talleres textiles Fernández Balaguer de Valencia y donada por el Rvdo. Sr. D. Jacinto Pérez Hernando.

Corona de cuerda y espinas, realizada por los escultores Hnos. Martínez Cava de Murcia y donada por el Rvdo. Sr. D. Jacinto Pérez Hernando.

Peana de colocación en trono del Santísimo Cristo de la Paciencia realizada en el Taller de Hijos de J. Noguera de Lorqui y donada por el Rvdo. Sr. D. Jacinto Pérez Hernando.

EL CRISTO DE LA PACIENCIA Y LA COFRADÍA DE ÁNIMAS DE SANTA CATALINA

   Pocas imágenes de la figura del Redentor concitan la devoción y estima que el pueblo murciano siente por la menuda y devotísima efigie del Santísimo Cristo de la Paciencia. Esta talla salida de las gubias de Nicolás Salzillo encierra en sí buena parte de la historia del vetusto templo donde, desde comienzos del XVIII, viene rindiéndosele culto particular. Es tal la estima y el sentir popular que la misma ha borrado hasta un extremo destacado la impronta de su encarnadura en los pies pues a sus plantas de ha agarrado Murcia entera en los momentos de mayor dificultad y aún en la discreción de su tamaño ha brotado la piedad más edificante y la consumación de cientos de gracias que, de forma improvisada, los fieles han ido introduciendo en forma de notas manuscritas bajo sus plantas.

   Son todos estos aspectos singulares que distinguen esta efigie del Cristo de la Paciencia entre las restantes y que le otorgan el sentido cariz de “Señor de Murcia” pues, en honor a la historia de la piedad que ha movido, sólo le han faltado las procesiones conmemorativas para celebrar su acendrado carisma devocional insuperable, como queda dicho, dentro del resto de templos murcianos. respetando, eso sí, la descarnada piel polícroma de los pies que evidencia, como pocos, el paso continuado de los fieles desde hace siglos.

   Y es que la efigie tallada por el escultor napolitano hizo valer desde sus primeros años un carisma cultual específico (indudable herencia de la empática devoción iconográfica de los siglos XVII y XVIII) que no ha sido igualado por talla alguna. Aquellos ojos mansos que miran absortamente a los fieles y que abre los corazones como si fueran heridas en el alma; aquel gesto de los labios entreabiertos que formulan la comprensión de un Dios que escucha; aquellas manos asidas toscamente por los sayones y que nos muestran un Cristo-Hombre que sufre con los que vienen a buscarle en el remanso de paz de su capilla. Hasta el velo encarnado del fondo presta el tono encarnado del amor que viste su presencia de la majestad de un Señor ante cuyo trono de realeza se postra la ciudad.

Paralelamente, la Cofradía de Ánimas comprendió la necesidad de dotar al ámbito nobiliario de la ciudad de una institución que se preocupase por atender en los siglos de la Modernidad los necesarios sepelios y aún los cultos de sufragio: cuya importancia aún recuerdan los textos de la prensa evocando aquella visita a los templos del 1 de Noviembre de cada año y tildada por los periodistas como “un segundo Jueves Santo”. La importancia de estos cultos, con su gasto creciente en iluminaciones, decoraciones efímeras y flores contrahechas nos advierte sobre el desarrollo por parte de esta cofradía de un repertorio formal eclesiástico aún amparado por una creciente teatralidad barroquizante, interés que seguramente llevó al traslado de la talla desde su primitivo Oratorio barroco hasta el actual emplazamiento de la imagen.

Constitucionalmente, la Cofradía ha aprobado que desfile el sábado de noviembre víspera de la festividad solemne de Cristo Rey, cerrando todo el año litúrgico y preparándonos para un nuevo Adviento. Su primera procesión (D.m.) y si la situación sanitaria de pandemia por COVID-19 lo permite, se verificará el próximo 20 de noviembre de 2021.